En una gélida y despejada mañana de Enero el olivar a las afueras de la aldea, como viene siendo habitual ha amanecido con una blanca capa de escarcha. El sol se está atreviendo a salir lentamente entre las brumas que se agolpan en el horizonte, produciendo un candilazo rojizo que impregna el cielo y los tejados de las casas , donde posan unos esféricos gorriones encogidos entre su plumaje. El humo de las primeras chimeneas se acumula formando una estrecha banda sobre la aldea, y se escucha el ajetreo de remolques, tractores y coches de aceituneros madrugadores que se dirigen al campo.
Densas placas de hielo transparente ocupan los charcos atrapando a piedras y ramitas; el suelo se muestra agarrotado, crujiente, al pisar los brinzales de hierba y pastos congelados.
Zarzas , olivos cargados de aceitunas, y demás árboles dan la bienvenida al día con sus tallos doblados cubiertos por brillantes cristales de hielo.
Los primeros rayos de sol a penas han calentado, la temperatura sigue siendo baja y de vez en cuando sopla un viento frío del norte, duro, cortante que entumece la nariz y manos del más curtido de los hombres de campo y que me invita a regresar al calentito de la casa.
En la aldea la hora punta pueblerina ya ha comenzado . Niños abrigados acuden al colegio y guardería temporera acompañados por madres ya ataviadas con su indumentaria para el tajo. Paso por la puerta del horno con un agradable aroma a crujiente pan recién hecho. A estas horas del día más estimulante resulta el olor a café, pues unos metros más adelante en la plaza se encuentra “el bar” , con sus cristales empañados se distingue la silueta de los currantes que fanfarronean de cómo acometen sus tareas o debaten sobre los bajos precios del aceite y como no, de las predicciones del tiempo.
Llego a casa pensando en que un año más al igual que otras familias tendremos que afrontar ese vareo y recogida de las aceitunas. Un cultivo que se hunde en las raíces de nuestra historia que proporciona el sustento económico de muchos pueblos, recurso para otros tantos animales de un olivar cada vez menos ecosistema y más globalizado .
2 COMENTARIOS:
Hermosas fotos, Bibiano. Parece mentira que tengamos tanta belleza tan cerca y vayamos a buscarla tan lejos a veces.
Me alegro de volver a tu "casa".
Un saludo
Si que es verdad MªAntonia , belleza y valores naturales .., esos paisajes y seres que siempre han estado y que todavía muchas gentes de la comarca no se han parado a contemplar y apreciar.
Saludos,
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